Rojo,
amarillo, verde
por Gustavo Boschetti
Un tributo prosopoético a Bob Marley
"...y
Dios dirá, cuando haga cuentas con los pueblos, que este hombre nació
allí"
Kebra
Nagast (libro sagrado etíope)
I.
Y ahora, mujer, caminás por la playa
amanecida del Caribe, con el filo del mar que se detiene junto a tus pies
oscuros. El humo del cigarro te cubre como una niebla, te realza los colores
del vestido y de las rastas; y es tan necesario como el instrumento a la
música, como la tela al fantasma. Fantasma errante en busca de la Tierra
Prometida.
El tiempo está abolido. En el
horizonte ya se advierten los “negreros” de otro siglo, las proas arrogantes
del Imperio que señalan a Jamaica.
Llegan, en esos barcos, los esclavos
que Inglaterra trae de Sión, la Tierra Prometida. Suelo de Selassie[i], o Ras Tafari, el que
ordenó a los negros hermanarse y volver al África fecunda, a la selva
venturosa, a la tierra de los leones y de Dios.
II.
Una mañana de 1945, el Capitán Norval
Marley huyó de Jamaica con su flota. Dejó, tras de sí, una isla empobrecida y a
una esclava de dieciocho años encinta. El bastardo (negro, apellido inglés,
rastas tempranas), va a llamarse Robert. Años más tarde errará por los
suburbios de Kingston, fumará el cannabis bíblico de los etíopes, sabrá de Sión
y de Selassie, robará una guitarra a un blanco para tocar a Fats Domino.
Dicen que nació y hubo un ruido de
tambores en el África; un rumor que brotaba de la jungla.
Dicen que, en todas partes, los
seguidores de Selassie levantaron la vista al cielo. Y sonrieron.
III.
Kingston, 1960. Bob mira con ojos de
gaviota a la Jamaica desangrada, a la policía del Imperio dando palo en el lomo
de los negros. ¡Si les quitaban el pan y les cortaban las rastas, para
humillarlos! Bob siente el miedo, pero un mandato poderoso lo obligaba a no
callar. Era en su sangre el llamado de Sión. Y desde el aro del trópico, desde
el regazo cristalino del Caribe, su música como un puente, como un presagio,
como una orden.
IV.
¡Get
up, stand up! De Kingston a Etiopía, de Reykiavik a Sydney, se abre
el eco de un reggae cáustico y sensual. Y es un negro manso, irreverente, quien
lo ha soltado al aire como un hechizo. Hay color en el cuerpo de esa música
(rojo, amarillo, verde), pero también dolor por el hermano sometido, por la
Jamaica encadenada. Música de rastafaris: humo dulce y sagrado de cannabis,
canciones que disparan al Sheriff, negra poesía insurrecta en el idioma de los
blancos (ironía: en el idioma que los blancos plantaron en la lengua de los
negros).
V.
Marejadas de canciones, para que el
mundo sepa: la metáfora de la paz, la exhortación de que todos pueden amar y
ser amados. Y al son de cada reggae, tras el velo intangible del cannabis, se
despliega la bandera de la Tierra Prometida: el rojo de la sangre, el amarillo
del oro, el verde de la tierra. Es música de oráculos, con el primer
acorde en el Caribe y un destino en el suelo mágico de Sión, un poco más allá,
un océano después.
VI.
La música es el único consuelo del
exilio, por eso siempre ha sido cosa de profetas. Y es un negro manso,
irreverente, quien ha soltado profecías como pájaros tricolores. Un día
volverán los esclavos que Inglaterra se llevó de Sión. Volverán al Africa en
carros a tiro de hipocampos, entre visiones de cannabis y el amor a Dios.
Tus pies heridos y desnudos crujen
las arenas del Caribe. Pero no llores, muje. Era necesario que tu raza
despertara, con música de corales, a la bestia ungida en la bandera de Sión.
Era necesario este sonar de reggae; este canto rojo, amarillo y verde; este
profeta.
VII.
América, 1981. El tiempo está
abolido. Hoy ha muerto Bob Marley lejos de la tierra de leones. Y Dios dirá,
cuando haga cuentas con los pueblos, que este hombre nació allí, o en todas
partes.
Nota: Selassie fue último emperador de
Etiopía y abolió la esclavitud en 1942, lo que ocasionó que muchos esclavos de
América quisieran regresar al país. A Selassie también se lo conoció como Ras
Tafari.