El Jazzman

a Leandro Gato Barbieri, in memorian



Las Brujas de Barrio Parque me contaron sobre un famoso músico de jazz que se llevó su saxo al cielo. Al llegar lo detuvieron los Guardianes del Silencio Absoluto. Le dijeron que en el paraíso estaba prohibida la música. En particular, la música de jazz. ¡Y sobre todo si salía de un saxo!

El músico respondió que de ninguna manera dejaría su instrumento, de modo que, como un mendigo, se tiró a un costado del ingreso. Tocó durante meses para sí mismo y para los malhumorados guardianes que no le sacaban los oídos de encima. 

Cierto día se olvidaron la puerta abierta, se coló un blues y produjo serias rajaduras en las paredes del Cielo. A estas rajaduras, en la Teoría Crítica, se las suele denominar “intersticios”. Los muertos del lado de adentro quedaron fascinados. Y exigieron que se dejara ingresar, sin restricciones, a todos los músicos con todos sus instrumentos.

Pero la rebelión fue rápidamente controlada. 

Los muertos rebeldes fueron expulsados al Cielo Superior, que es mucho más silencioso que el primero. Al tipo que dejó la puerta abierta, lo mandaron al infierno. 

El jazzman, sin embargo, seguía al otro lado de la puerta con su música sublime y poderosa. Hasta que un día los Guardianes se preguntaron: “¿Qué hace un saxo?”, y se respondieron: “Un saxo convierte el aire en música ¡Y en el cielo no hay aire! ¿Cómo pudimos ser tan tontos?” De modo que  llenaron el formulario de ingreso, le pusieron un sello de “aprobado”  e hicieron entrar al jazzman a los empujones. 

A pesar de los esfuerzos del músico, el saxo enmudeció para siempre. Los Guardianes fueron ascendidos de rango, y condecorados con la Gran Orden del Silencio. 

Me contaron las Brujas que, desde entonces, el jazzman recorre el cielo apoyando sus oídos en los intersticios que él mismo provocó, para escuchar la música que sube desde la tierra. Y así entendí que las rajaduras celestiales no sirven para revelar los secretos divinos, como creía Walter Benjamin. No señor. Las rajaduras están ahí para que entre al cielo el júbilo de los vivos.