qué luz de eternidad, qué epifanía
buscaba la tinta barrosa de mis sueños
aquel verano de perfumes del sudeste
cuando el viento quebraba las gramillas
y yo, casi yéndome
advertía:
no
sólo el río y su tormenta
sino
también
la
sustancia del trueno
el
aliento fantasmal de las marismas
los
horizontes afilados
toda
la tierra en fuga
y tus ojos, linda,
regresándome